NO ES LO MISMO TOMAR UNA DECISIÓN QUE TENER LA RAZÓN

NO ES LO MISMO TOMAR UNA DECISIÓN QUE TENER LA RAZÓN

Luis es el Director de Marketing de una multinacional desde hace años. Conoce bien su trabajo y se mueve bien dentro de la organización.

Carlos es el dueño de una agencia con 28 empleados. No le va mal, pero cada semestre tiene que pelear para sacar adelante el negocio.

Luis y Carlos están discutiendo sobre si el color del logotipo del nuevo producto debe ser rojo o verde. Al cabo de un rato de  acaloradas argumentaciones, Luis -el de marketing- se levanta y dice: “lo tengo claro, el logo debe de ser rojo
En ese momento se produce algo que he visto repetido miles de veces, incluso en mis carnes.
Carlos –el de la agencia- se da cuenta de que le da igual que el logo sea rojo a verde. Sin embargo, lo que no le da igual a Carlos es que el mes que viene tiene que afrontar la nómina de sus 28 empleados y el
alquiler de las oficinas. Entonces, se producirá la más perversa conversación que se produce cada día en algún despacho de un directivo. Carlos dirá: “Luis, coño, tu eres un crack. No sé cómo no lo hemos visto, tío. Eres muy bueno, eres el mejor. Con profesionales como tú, la cosa iría distinta…que bueno, macho…«
El problema es que Luis se lo cree, y lo digo por experiencia. Cree que tiene un talento extraordinario y la capacidad de ‘ver la verdad’ sin ningún espacio para la duda. Luis se convence de que es un visionario.

No es lo mismo tomar una decisión que tener la razón

De lo que no se da cuenta Luis es de que está confundiendo el hecho de tomar una decisión con el de tener la razón, y son cosas muy distintas.
…Al cabo del tiempo, se encuentra con alguien por encima jerárquicamente que le discute una decisión que ha tomado. Pero para él, lo que le están discutiendo es ‘la razón’ y a un visionario no se le puede discutir la razón. A Luis esto le toca las pelotas: “Menudo gilipollas, no se cómo se le ocurre al Director General discutirme nada relacionado con marketing, si no tiene ni idea, nadie sabe más de marketing en esta compañía que yo. Yo se cómo hay que hacer las cosas. Yo tengo razón.
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Es entonces cuando Luis llega a la determinación de que con los contactos que tiene y lo que sabe de marketing se lo puede montar por su cuenta, olvidando que los contactos son de su cargo y en realidad no es que tuviese la razón, es que tomaba las decisiones amparado en la posesión del presupuesto.
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El fracaso está garantizado.
Y es que confundir la toma de decisiones con tener la razón hace que escondamos las carencias, las debilidades y las incertidumbres que conlleva toda decisión y no tenerlas en cuenta dificulta el aprendizaje para próximas decisiones.

El Fake Data y otras trampas

Me vienen a la cabeza tres formas típicas de hacernos trampas en el solitario:
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1. La sobreargumentación.
Es la necesidad de convencer a los demás. Cuando queremos hacer algo, se nos ocurren miles de motivos diversos o parecidos, pero todos dirigidos a darle la categoría de ‘indiscutible’ a nuestra decisión. Se trata de que no tenga fisuras por acumulación de argumentos. ¿No sería más fácil plantear las inevitables dudas y defender la necesidad de tomar una decisión, sea cual sea, para poder progresar?
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2. Utilizar los datos como coartada.
Si no basta con mi arrollador carisma profesional, también puedo lanzar una batería de pre-tests, tests y re-tests y exprimir la información hasta que diga lo que yo quiero. En este mundo hemisférico-izquierdo nadie discute un dato…
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3. Poner filtros
Destacar lo bueno de la decisión tomada y lo malo de la que se descartó. Esto es un mecanismo defensivo muy típico y que solemos arropar con nuestro equipo recreándonos en lo buenos que somos y en la razón que teníamos cuando tomamos esa decisión. De esta forma creamos un país de las decisiones maravillosas.
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No se trata de tomar las decisiones correctas, sino de tomar decisiones con una línea de coherencia

Creo que esta confusión nos afecta a todos los niveles de la vida y hace que perdamos mucho tiempo defendiendo la infalibilidad de nuestro punto de vista en lugar de tratar de alinear a los equipos detrás de un hilo decisional.
Es como en una orquesta o en un partido de fútbol, no es que haya una solución correcta, se trata de que todos juguemos a lo mismo, se trata de liderar. Si hay coherencia, las decisiones serán mejores o peores, pero tendrán un solo sentido.
Corremos también un peligro y es que si no somos capaces de convencer a todos los implicados, se producirá una parálisis hasta que se cree la convicción de que la decisión es la correcta y la ‘correcta‘ implica que no ofrezca dudas.
Pero en este mundo tan complejo y cambiante nunca vamos a poder tener la seguridad de que hacemos lo correcto así que la duda va a ser permanente. Más nos vale reflexionar, informarnos, pero tomar decisiones porque si no, no avanzaremos.
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Me viene a la cabeza ese tuit que dice:
-¿Tu que tomas para ser feliz?
-¿yo? Decisiones.
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¿Tengo o no tengo razón?
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