Tenemos la inercia cultural de dar la enhorabuena a alguien que se acaba de cambiar de trabajo.
Como si cambiar de trabajo fuese un logro profesional.
Un logro profesional es cumplir con los objetivos, llevar a buen término el proyecto, producir el cambio buscado o superar algún reto pero en ningún caso es ocupar un puesto.
Cambiar de trabajo es considerado un destino cuando, en realidad, es la casilla de inicio.
El éxito de los políticos está en ocupar los puestos
Donde se manifiesta más claramente esta costumbre es en la política.
Vemos estos días a diputados felicitándose incluso con lágrimas en los ojos por haber ocupado un escaño. Los vemos haciendo lo que llaman aritmética parlamentaria, que consiste en negociar muy duro y muy sucio por lograr ocupar los puestos que van a quedar libres.
La victoria estará ahí, en ocupar un sitio, y no en resolver los problemas de los ciudadanos. Por eso nadie habla de programa, nadie negocia los planes de acción y las medidas prácticas que ayuden a mejorar la vida de las personas. Lo que se negocia son los asientos, no las soluciones.
Si se hiciese de esa manera, todo sería más eficaz porque podría llegar a ser irrelevante quién aplicara las soluciones, tan solo importaría que se aplicasen.
¿te imaginas a diputados de partidos contrincantes dándose la enhorabuena por haber solucionado los problemas de los ciudadanos juntos?
No ¿verdad?
Pues es peor la política corporativa
Pues si te parecen patéticos los políticos, los ejecutivos tampoco estamos tan lejos.
¿cuánto de tu trabajo consiste en justificar tu puesto o proyectarte para el siguiente?
Realmente todos pertenecemos a nuestro Partido Propio Personal y practicamos el mismo populismo hacia que los del parlamento.
¿cuántas veces hemos forzado gastar el presupuesto al final del ejercicio porque si no “el año que viene nos lo reducirán”? ¿cuántas veces hemos protestado porque otro área estaba pisando nuestras funciones aunque, en el fondo, sabíamos que no teníamos tiempo de hacerlo nosotros o que ellos lo podían hacer mejor? ¿cuántas veces hemos preferido que no se hiciese antes de que nuestro puesto se viese debilitado? ¿cuántas veces hemos pedido más presupuesto para nuestra área aun sabiendo que se podría invertir en otra más necesitada pero no lo hemos hecho para no adelgazar el puesto?
Pues en todos esos casos, estábamos ejerciendo la más miserable de las políticas; la política corporativa.
Un mundo de logros
Me gustaría un mundo donde los objetivos estuviesen por delante de la jerarquía.
Un mundo orientado al logro y no al poder.
Un mundo donde lo importante fuese el qué y no el quién.
Un mundo en el que cuando alguien nos comunicase que se cambia de trabajo, le dijésemos con mucho entusiasmo: “qué bonito proyecto, te deseo todo el ánimo y la fuerza del mundo para que logres los objetivos…espero poderte dar la enhorabuena en unos meses”
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