Gran Premio de Holanda
Última vuelta.
Marc Márquez lucha por la tercera posición en un grupo de tres. Va en medio, el cuarto. Hace un par de vueltas comenzó a chispear y cada maniobra tiene ahora mucho riesgo.
El líder del mundial, Maverick Viñales, se ha caído y no sumará ningún punto hoy. Una gran ocasión para recortar ventaja.
Marc se debate entre dos decisiones; arriesgar por la gloria del pódium y rascar tres puntitos más o conservar esos 13 puntos.
Imagino las idas y venidas en la cabeza del piloto. “Si pero…ya pero y si…bueno pero…ya, es que ….”
En ese momento, se producen dos efectos terribles.
El primero es que aparece la duda, y la duda lleva a cometer errores y a no tener paciencia y rectificar demasiado pronto.
El segundo es que la cabeza no está en la pista y eso empeora el rendimiento de forma dramática. A ese nivel, necesitas estar con el 100% de tu atención en el pilotaje.
Marc Márquez acaba tercero. Sube al pódium y recorta 16 puntos en lugar de 13.
Las decisiones deben estar tomadas desde antes
Ahora me pongo a pensar yo y recuerdo haber escuchado al piloto en alguna entrevista decir que él nunca iba a especular con el resultado, porque no sabe ir de otra forma que no sea al límite porque es su estilo y así es como ha llegado a ser campeón del mundo.
En definitiva, Marc no dudó en la moto porque en esa última vuelta no tenía que tomar una decisión. La decisión la llevaba tomada desde antes de la carrera: buscar siempre el máximo.
Y es que tener una estrategia simplemente hace que no tengamos que darle vueltas a la cabeza en cada momento, sino que nos concentremos en actuar y pongamos toda nuestra atención en lograr los objetivos. Que pongamos toda nuestra atención en la pista.
Tener una línea estratégica nos permite no tener que replantear la situación cada vez que hay que decidir y así centrarnos en el rendimiento.
No es una cuestión de un piloto en un gran premio o de un futbolista al tirar un penalty. Es aplicable exactamente igual en cualquier ámbito.
En la vida vamos a tener que disputar varias carreras importantes: la profesional, la personal, la social y se nos van a presentar muchísimas situaciones complejas en las que tendremos que tomar decisiones complicadas.
La única forma de hacerlo, es definiendo una estrategia clara, ahora que no tienes prisa.
Obviamente, no hace falta tener una línea estratégica para todo. Tú decides qué es importante para ti. De hecho, hacer el ejercicio ya resulta bastante útil aunque sea solo para darte cuenta de lo clara que tienes tu postura en algunas gilipolleces y lo poco definido que tienes el criterio en otros temas importantes.
Por ejemplo, si te das cuenta de que a veces le prestas atención plena a tu hijo y a veces no, pero sin embargo siempre doblas la toalla antes de salir del baño, será que para ti es más importante el orden que la autoestima de tu hijo.
Solo hay un problema.
Hay que ser firmes y coherentes con la estrategia. Si no, mejor cambiarla.
Si decido que voy a vivir en formación continua, deberé agendar espacio para ello. Si decido que mi estrategia construye contra valores de marca, nunca dudaré ante la tentación de la notoriedad fácil pero vacía. Si decido pensar más estratégico, dejaré caer urgencias para pensar en lo importante.
Los políticos, por ejemplo, parecería que tienen miedo de plantear firmes líneas estratégicas lo que les hace cuestionar cada decisión cada vez. En realidad lo hacen a propósito para poder decidir una cosa y la contraria según la situación, porque la única línea estratégica es proteger sus privilegios con sus aforamientos, sus indultos y sus pensiones vitalicias. Ahí no dudan. Ahí rinden al máximo.
Tú decides
Ahora tú decides si quieres tener que tomar cada decisión cada vez, o vas a llevarlas tomadas de casa para centrarte en hacerlo cada vez mejor
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