EL TRABAJO NOS PUEDE HACER INFIELES, INSATISFECHOS O INFELICES

EL TRABAJO NOS PUEDE HACER INFIELES, INSATISFECHOS O INFELICES

La vida profesional es larga y deberíamos gestionar cada fase de la misma de forma diferente.

He observado a mi alrededor -y en mi caso propio- tres fases diferenciadas. No es lo mismo cuando empezamos, teniendo nuestras habilidades por desarrollar, que cuando tomamos percepción de nuestro valor añadido, que cuando sentimos la necesidad de tomar las riendas de nuestra vida profesional.

Obviamente, mi observación lleva un sesgo y es que me refiero al mundo que conozco, a trabajos en grandes empresas o multinacionales y en el área de marketing o comercial como mucho. En otros escenarios o especialidades me imagino que habrá diferencias.

Por otro lado, como no me gusta pecar de optimismo, en lugar de enfocarlo desde lo maravilloso que sería si todo saliese bien, he preferido enfocarlo desde las consecuencias de hacerlo mal si dejamos que las circunstancias manejen nuestro destino. Es decir, qué pasará si asumimos la responsabilidad sobre nuestra carrera.

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Fases de desarrollo profesional y consecuencias de la mala gestión de nuestro talento

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Hasta los 28: Detección y desarrollo del talento

Cuando somos jóvenes nos liberamos al instinto; hacemos lo que nos pide el cuerpo y más o menos notamos que hay cosas que se nos dan mejor. A eso le llamo detección del talento. Hasta los 28 años es la fase de desarrollo del mismo. En los primeros años de trabajo –marketing en una multinacional o empresa grande- vivimos un gran momento. Prácticamente utilizamos el trabajo para divertirnos: eventos, invitaciones, proyectos divertidos que salen en la tele, convivencia con los compañeros de trabajo, etc.

De alguna forma, el trabajo es un recurso que nos ayuda a desarrollar nuestro talento, bien sea la habilidad socializadora, la capacidad analítica o el sentido del orden. Nuestro talento potencial se va convirtiendo en un skill real.

Cuando reprimimos ese talento por convencionalismos sociales o porque el road map que han dibujado para nosotros no lo contempla sufrimos la primera consecuencia: LA INFIDELIDAD A NUESTRA NATURALEZA.

Hasta los 40: Interpretación del trabajo desde el talento

En esta fase es cuando comenzamos a hacer una interpretación del trabajo desde nuestro talento. Nosotros hacemos el puesto creativo, organizado o eficiente, según nuestra naturaleza y cuánto la hayamos desarrollado. Hay veces en las que se producen disfunciones porque se pone a una persona organizada a cargo de una marca creativa o al revés. Lo he visto varias veces y genera mucho sufrimiento porque no ser capaces de llevar el trabajo a nuestro estilo natural es como hacer una tarea pero de la forma en que no la disfrutas. Nos lleva a la segunda consecuencia: LA INSATISFACCIÓN.

A partir de los 40: Vivir de nuestro talento

Mi teoría es que a los cuarenta hay dos tipos de personas: los que terminan y los que empiezan.

Los que terminan son los que han aprendido una profesión con un buen grado de maestría y se plantean el resto de su vida desarrollándola. Imagina que tienes una cartera de clientes a los que das servicio y tu objetivo es mantener el negocio indefinidamente. Este perfil trata de convertir un trabajo en un oficio a través de la maestría. Es afín a managers y a un tipo específico de maker: el artesano.

El otro perfil, el que empieza, sufre una especie de nostalgia de pensar que se podría tener un trabajo en el que el peso de nuestro talento fuese mucho mayor. Incluso se podría vivir del talento (suspiro). Sería algo como ‘trabajar haciendo solo lo que mejor se me da y más disfruto’. Es un momento delicado porque puede llevar a decisiones arriesgadas tipo ‘dejarlo todo’. Por eso es importante estar bien referenciados, para tener una perspectiva lo más realista posible de nuestras habilidades y también de nuestras limitaciones.

Para los dos perfiles, pueden darse problemas según la decisión que de tome. El primero -el que termina- puede haber calculado mal y sufrir una segunda crisis de rutina, la de los 50, en la que resulta más difícil cambiar el rumbo. En el segundo caso -el que termina- creyendo que tiene suficiente capacidad puede no dar el paso de luchar por vivir más acorde a su talento y arrepentirse ‘de aquello que no hizo cuando tuvo la oportunidad’.

En ambos casos, la consecuencia es terrible: LA INFELICIDAD.

Las tres fases conllevan sus dificultades

Está bien todo esto, pero si fuese tan fácil, todos lo haríamos bien. Lo que ocurre es que cada fase tiene su dificultad.

En la primera fase, la dificultad es que el talento no siempre se presenta claramente. El sistema de reconocimiento profesional se basa más en lo que hacemos mal que en lo que hacemos bien. Hay que buscar activamente el feedback.

En la segunda fase, la dificultad es que te pedirán que hagas las cosas de una determinada forma y tendrás que tener suficiente personalidad para llevar el puesto a tu personalidad. Gestionar el equilibrio de no anular tu naturaleza pero tampoco ser un outsider es complicado.

En la última fase la palabra es ‘riesgo’. Vivir de tu talento o de tu maestría tiene riesgos. Puede que no seas tan bueno como crees. Puede que tu talento no tenga la demanda que tú piensas o que de repente se demanden otros talentos haciéndote quedar obsoleto. Pueden surgir crisis u otros factores externos. Puedes aburrirte de hacer lo mismo o de no parar nunca. La incertidumbre siempre está ahí.

¿Y si sí?

Ya he metido miedo.

Ahora, piensa que decides disfrutar y desarrollar tus talentos, que decides asumir los riesgos, que tienes suerte y consigues un rendimiento económico, piensa entonces que el beneficio será increíble: FIDELIDAD A TÍ MISMO, SATISFACCIÓN Y FELICIDAD.

¿se puede pedir más?

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