Dos meses le doy para ver publicado este puesto en LinkedIn.
Las empresas ficharán a expertos en New Normality que utilizarán el New Normality Canvas para diseñar una transformación integral de la empresa apoyándose en las premisas de ‘New Normality Corporate Culture’ de [ponga aquí el autor que más rabia le dé].
Dos meses.

Espero que me permitas un poco de caricaturización para poder dibujar bien los límites de mi argumento, considerando el ejercicio de autocrítica que conlleva este post.
Esto es una contrarreloj… por equipos
La cuestión es que, como dice Fernando de la Rosa, ha caído un examen de transformación digital y nos ha pillado a todos en pelotas.
Obviamente hay muchas compañías que han acometido una buena digitalización, pero no nos engañemos, la inmensa mayoría -el 80% del tejido empresarial son PYMES- no lo ha hecho lo suficiente.
Y es que esto es una contrarreloj, pero una contrarreloj por equipos en la que no cuenta el tiempo del primero ni del último, sino del grueso del equipo.
Sin embargo, sí que se han contratado centenares de expertos, rellenado miles de canvases y aplicado millones de premisas publicadas en todo tipo de papers de transformación digital, teniendo además mucho más tiempo y recursos de los que tenemos ahora.
¿Y qué ha fallado?
Es mi opinión que, entre otras, ha fallado una cosa en la que no deberíamos recaer en este momento de macrodisrupción.
Fuimos demasiado ambiciosos en los procesos y poco en los resultados
El cambio lo comenzaron las multis, requiriendo grandes proyectos a grandes consultoras y agencias que desarrollaron grandes metodologías. Si bien en muchos casos funcionaron en esas grandes empresas, después tocaba amortizar las metodologías y, según se reducía la dimensión de la empresa, se seguían intentando implantar ambiciosos proyectos de transformación. Mucho más ambiciosos de lo que determinadas empresas podían asumir ni cultural, ni económica, ni funcionalmente.
Puede que muchos expertos hayamos llegado con un discurso supermolón, metodologías hipercolaborativas y un glosario de términos endogámicos para diseñar unos planes que se iban a diluir como un azucarillo en cuanto no hubiese alguien que supiese manejar todo eso.
No había trampa, era la forma idónea de hacerlo, pero lo perfecto es enemigo de lo bueno.
Ayudar a las empresas tiene que ser un acto de generosidad, preocupándonos más por ellas que por ponernos en valor
Creo honestamente que hay que tomárselo más en serio.
Creo que es urgente lograr que todas, y digo todas, las empresas grandes y pequeñas se muevan. En la medida de sus posibilidades, pero que se muevan.
Un cambio, aunque sea uno, pero si tiene impacto, será suficiente. Lo importante no es que se contraten expertos con procesos impecables. Lo importante es que las compañías desarrollen su capacidad de cambiar.
Porque no nos engañemos, la gente no quiere cambiar. La gente quiere ‘volver‘ a la ‘nueva‘ normalidad.
Para ello, los que ayudamos en la transformación debemos hacer un acto de generosidad que cambia totalmente el approach a estas empresas, especialmente las pequeñas. Lo que quiero decir es que a lo mejor es el momento de dejar a un lado el lucimiento de poner en valor nuestras habilidades, conocimiento y relevancia en el proceso para focalizar todo el esfuerzo en que pase algo. Que el tipo que tenemos delante aprenda a cambiar, porque a cambiar hay que aprender y después hay que entrenarlo. Especialmente cuando se llevan muchos años haciendo lo mismo y habiendo sobrevivido dignamente.
Pero esta transformación es algo más que digital
Pues si el movimiento parecía importante en la transformación digital, ahora mucho más. Antes se trataba de transformación en la tecnología, los procesos, los modelos de negocio, la relación con los clientes, etc.
Ahora es mucho más.
Ahora tenemos que aprender a producir riqueza y empleo relacionándonos con la sensación de vulnerbilidad y el miedo que agrega, teniendo que tomar la decisión de intentar la supervivencia o asumir la derrota para reinventarnos, comprendiendo nuestra relación con la comunidad y con el mundo, manteniendo una ética en la cultura de la manipulación, fomentando la responsabilidad individual en el paraíso del paternalismo y las promesas populistas y respetando la diversidad en un contexto de extrema polarización.
Esta es la pinta que tienen los retos de la nueva normalidad y son aún más difíciles de consolidar en cambios que los de la antigua transformación digital…
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