Se acaba de lanzar una campaña de concienciación social sobre la importancia de integrar a nuestros mayores que cierra diciendo que el no facilitar que la gente mayor pueda hacer gestiones en internet es una forma de maltrato.
Hace tiempo me sorprendió escuchar que era el día de la violencia vial. “Imagino que será estar en contra de los que se zurran en las discusiones de tráfico” pensé. Pero no. Era el día para concienciarnos de ser prudentes para no tener accidentes en las calles y carreteras. Se debían de referir a la violencia que ejercía la malintencionada masa de asfalto sobre los pobres conductores.
Es un problema de estadística
En analítica de datos, hay una precaución que hay que tener y es la de ser críticos con las agrupaciones. Según agrupas los datos, puedes distorsionar el mensaje.
Así, si tomo la población española por tramo salarial, el INE hace un corte en los que superan en 8 veces el salario mínimo: 34.933 personas que ganan más de 92.640€ brutos al año. He metido en el mismo saco al que gana 92k€ que al que gana 9,2M€ que al que gana 92M€.

Lo que logro es que la sociedad atribuya unas connotaciones -las de rico, representadas por el Tío Gilito- a un tipo, bien pagado, pero con un salario al fin y al cabo. Según esto, recordemos que el presidente del Gobierno sería rico.
Ahora, de hecho, parece que rico es el que gana más de 60.000€: 663.731 personas.

Con esta aglutinación, hemos perdido la sensibilidad de diferenciar entre un marketing manager (pongamos 60k€), un director de marketing (pongamos 120k€), un director general (pongamos 240k€) y el Tío Gilito que se gasta la suma de esos salarios en papel higiénico.
Hemos polarizado la percepción de los diferentes estratos salariales, pero estamos siendo tremendamente injustos con las 384.265 personas que ganan hasta 69.480€ al año pero son tratados igual que si fuesen multimillonarios.
Pues eso es exactamente lo que estamos haciendo con los conceptos: metemos tantas cosas, que acabamos mezclando churras con merinas.
Es lo que estamos haciendo con los conceptos: metemos tantas cosas, que acabamos mezclando churras con merinas
Y es que las simplificaciones ayudan a interpretar la información. Pero la interpretación influencia la percepción. Son necesarias, pero no pueden hacer desaparecer los matices.
Sobre todo, porque cuando agrupas rangos demasiado amplios, el efecto suele ser el contrario al deseado, como hemos visto con la ley del ‘sí es sí’ y la agrupación de conceptos.
Hay que simplificar. Sí. Para hacer comprensibles las cosas. Pero eliminar los matices y vaciar la papelera de reciclaje, significa des-significar los conceptos. De esta forma, cuando digamos que se ha maltratado a un abuelo, no sabremos si es que la web del banco tiene una fuente demasiado pequeña o es que le han atado a la cama para que no moleste. Y, claro, según nos afecte le daremos mucha o poca importancia sin que haya una correlación con la verdadera gravedad del asunto

En marketing, la des-significación es el día a día
En marketing también estamos des-significando conceptos cada día y lo hacemos con una ligereza preocupante. Desde que comenzamos a llamar algoritmo a una formulita sencilla en un excel, o transformación digital a cuatro cursitos online, o hacer un research a revisar la primera página de una búsqueda en google, o compromiso con la sostenibilidad a poner cuatro cubos de reciclaje en la oficina, le estamos quitando valor a lo complejo, a lo sustancial. Estamos eliminando matices para elevar lo mediocre a la misma casilla que lo excelente y lo que logramos es mediocrizar lo excelente.
Es una especie de comunismo léxico.
No puedo con ello. Por eso, si un significante se ha prostituido, prefiero buscar otra palabra que le devuelva los matices al significado…
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