Mi amigo Luis Gómez, un tipo brillante, teorizaba hoy sobre la evolución de la comunicación de las marcas y la necesidad de conseguir que el consumidor se convierta en un fan.
Estoy incondicionalmente de acuerdo. De hecho, vivo esperando que las marcas me provoquen y estoy deseando establecer vínculos emocionales con ellas…
Pensando en todo esto, he llegado a la siguiente argumentación:
1. En determinadas categorías, la diferencia de producto es mínima y el acto de consumo se realiza en función de un vínculo mas emocional que racional
2. Estoy estableciendo vínculos emocionales, concretados en hábitos de consumo, con marcas de las que no tengo ninguna información sobre las personas que hay detrás ni sobre sus valores.
3. Por otro lado, me siento muy vinculado emocionalmente a mis amigos, de los que conozco valores, perfil humano, etc.
4. Si quisiese ser coherente ¿No deberia de condicionar mis hábitos de consumo a la afinidad emocional que tengo con mis amigos?
…
Llegado a este punto, declaro que mis facturas de luz y gas seran emitidas por Iberdrola, que viajaré esta Semana Santa con Iberia y asegurado por DKV, que llevaré a mi hijo a comer a Burguer King, que cuelgo este post desde mi tarjeta Movistar y que mañana desayunaré hojeando el Marca… En cuanto al sector bancario, ¡Ay amigo¡ Ahí tengo el corazón dividido.