Cuenta Grant McCracken en Chief Culture Officer –gracias Ramón Ollé por la recomendación- que cuando en 1993 se estrenó NYPD Blues -Policías de Nueva York en España-, se produjo un cambio significativo en cuanto al estilo visual de las series de televisión.
Se trataba de una cámara inquieta, una especie de fotografía speedica. La cámara comenzaba en la cima un edificio de ocho plantas, caía hasta el nivel de la calle y se desplazaba vertiginosamente hasta la puerta de la comisaría.
En las secuencias de interior, la cámara divagaba nerviosamente saltando de detalle en detalle. Parecía que la llevase un niño con TDAH. La llamaban la “shaky cam”.
El responsable del asunto fue Leslie Dektor, un sudafricano hijo de una documentalista, que desarrolló su estilo filmando spots para Levi’s o AT&T apoyándose en el desarrollo de los sistemas de estabilización de imagen -steady cam- que se acababa de inventar.
Ahora no nos produce tanta sorpresa, pero en su momento fue una disrupción que generó no pocas críticas. Algunos decían que era mareante.
Se trataba de colarse en el momento, no de que la escena entrase por la cámara.
El propio Dektor describe su técnica diciendo que se trataba de una búsqueda del momento. Quería llegar al momento un segundo tarde. Quería darle la importancia a ese momento tratando de que el espectador descubriese lo que va descubriendo la cámara, evitando la premeditación y la artificialidad del estilo clásico donde cada secuencia estaba descrita con meticulosidad antes de ser filmada.
Según sus palabras: “No va de técnica. Va de la mirada. Va de respirar. Ni siquiera pienso sobre ello. Si alguien como yo piensa sobre ello, se convierte en técnica… Nunca se lo que voy a hacer en una secuencia. Quiero que el momento sea el autor del momento y que los actores sean los autores del momento”.
En el antiguo Hollywood cada escena estaba medida. Se diseñaba el lay out al detalle, cada actor sabía dónde tenía que estar y, una vez todo dispuesto, se metía la escena en la pantalla. Las cámaras no se movían. El mundo entraba en la cámara. No era la cámara la que entraba en el mundo…
“Se filmaba a toda velocidad. Los actores me preguntaban cuando iban a entrar en plano y yo me negaba a decírselo. Todo el mundo estaba en la tensión del momento y eso le daba a la escena una energía tremenda”.
La audiencia ha cogido la cámara de la publicidad y no sabemos cuándo va a enfocarnos
Algo así está sucediendo con el marketing, la publicidad, la comunicación o como queramos llamarlo. En definitiva, con cómo los consumidores generamos una opinión sobre las marcas.
En la publi tradicional, el momento lo marcábamos nosotros. El espectador estaba en su sofá, delante de la pantalla, y nosotros metíamos el mundo que queríamos y cómo lo queríamos por la cámara para que le llegase en toda su idealidad.
Pero el público ha cogido una steady cam que le permite saltar de sitio en sitio dentro de la escena. Parando y esprintando hacia el siguiente. Decidiendo el tiempo que quiere pararse en cada escena. El nuevo estabilizador se llama multicanalidad y permite a la audiencia vivir nuestra acción de comunicación desde la pantalla o desde la red, en directo o en diferido, en texto o en imágenes, escuchando con atención o conversando con los colegas.
No. El control de la cámara no lo tenemos nosotros.
Nosotros somos solo los actores y la audiencia son Leslie Dektors negándose a decirnos cuando van a saltar de un personaje a otro o se van a parar en un objeto. Solo podemos meternos en la secuencia y vivir cada segundo de ella con intensidad.
Es decir, ya no nos vale preparar meticulosamente una contestación brillante en atención al cliente y promocionarla para que todo el mundo la vea y se emocione con el trato que le hemos dado a ese cliente fiel o enfadado. Ahora no nos queda más remedio que currarnos todas las contestaciones porque no sabemos cuándo Dektor nos va a enfocar. Por cierto, los planos salen movidos, no hace falta que todo sea perfecto. Hace falta que tenga verdad.
Nuestras acciones, patrocinios y campañas y todos los puntos de contacto con nuestros clientes deben de ser reales de principio a fin y en cada detalle. No solo debemos trabajar ese efecto wow! que saldrá en pantalla, porque cualquier cosa puede acabar saliendo en pantalla. Y no lo decidimos nosotros.
La publicidad está en directo en Sálvame
Claro, es una putada porque nos obliga a hacer las cosas de verdad. Nos obliga a que las cosas no pueden ser de cartón piedra. O si, pero siendo conscientes de que la cámara puede meterse en el backstage y enseñar la intimidad, como cuando persigue a Jorge Javier Vázquez por los pasillos de Telecinco. Eso obliga a Telecinco a ser coherente con lo que es -siendo lo que sea- porque el engaño es complicado cuando el espectador se mete en las tripas de la cadena.
Pues lo mismo con nuestras marcas. Cuando menos lo pensemos habrá una cámara o un micro en nuestra sala de maquillaje mostrándonos en rulos. Y no nos equivoquemos, aparecer en rulos nos hace más humanos, más reales…solo si lo sabemos llevar con gracia y espontaneidad.
Me encanta
Me encanta que mi profesión esté cambiando tanto.
Me encanta el vértigo que produce la curiosidad del consumidor metiéndose en los entresijos de nuestro trabajo.
Me encanta que sea una situación mareante y criticada por el statu quo.
Porque las cosas artificiales siempre me dieron mucha pereza
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