LA CLAVE DE LA FELICIDAD ESTÁ EN REBAJAR LAS EXPECTATIVAS

LA CLAVE DE LA FELICIDAD ESTÁ EN REBAJAR LAS EXPECTATIVAS

Imaginemos una cuadrícula en la que el eje vertical es pesimista-optimista y el eje horizontal negativo-positivo.

Entendamos también que optimista es aquel que piensa que todo va a salir como en el mejor de los escenarios de los que contempla y el pesimista lo contrario, como en el peor de los escenarios.

El positivo es el que afronta en mundo con entusiasmo y el negativo el que lo hace taciturno y cabizbajo.

Lo lógico es pensar que el peor de los casos es ser un pesimista negativo, quejándose cada día de todo y pensando que todo saldrá mal. Del mismo modo, lo lógico es pensar que lo mejor es ser un optimista positivo, siempre viendo la vida desde el lado positivo y pensando que todo saldrá bien.

Es como aquellos dibujos animados de Leoncio el León y Tristón, en los que el león solo veía las oportunidades y la hiena los riesgos.

.

.

Aunque son caricaturas de optimista y pesimista patológicos, creo que incluso en la moderación, tampoco funciona así…

La felicidad depende de las expectativas

Mo Gawdat, ex Chief Business Officer de Google X, ha definido hace poco el algoritmo de la felicidad. Es algo bastante simple: la felicidad se da cuando la realidad mejora las expectativas. Eso se consigue o manteniendo bajas las expectativas, o mejorando la realidad cada vez -lo que parece más difícil-.

Hace dos años que vengo hablando de ello en relación a la infelicidad, que es la diferencia entre las expectativas y la realidad. Insisto en que la gente inteligente tiende a la infelicidad porque es capaz de abstraer cómo deberían ser las cosas, pero percibe con claridad cómo son en realidad… y ese gap, le hace infeliz.

Incorporemos el concepto de expectativas al modelo anterior

Ambos perfiles tienen un estado de ánimo acorde a sus expectativas.

El optimista positivo disfrutará la espera y, si todo sale bien, será lo esperado. Estará feliz como corresponde a su actitud positiva, todo seguirá igual. El problema es que, si sale mal, lo sufrirá más de la cuenta porque será una traumática disrupción en su status natural, que asume como permanente.

Su optimismo le hará pensar que todo saldrá bien por lo que la sorpresa solo sucederá cuando ocurra algo malo.

Lo contrario le sucede al pesimista negativo, no sufrirá tanto que las cosas salgan mal porque ya se lo esperaba y su estado de ánimo es el acorde a la situación.

Pensemos ahora en el optimista negativo. Es un tipo que siempre cree que las cosas irán bien, pero sufre el camino. Por ejemplo: “Voy a lograr ese trabajo, pero tengo que prepararme la entrevista y es un coñazo y tendré que ir varias veces, y tardarán en contestar…”.

Este tipo se amarga la vida hasta sin pensar que le vaya a ir mal. Si sale mal, lo sufrirá. Pero si sale bien, le habrá visto tantas pegas al proceso que no lo disfrutará tanto como podría haberlo hecho.

.

El verdadero winner para mí es el pesimista positivo.

Siempre está en el peor de los escenarios. Lo hace para cubrirse emocionalmente pero, descontadas las pérdidas, se lo curra con alegría: “Mira, es difícil que me cojan, pero yo voy a ir de todas formas porque seguro que algo aprendo y, al menos, cojo experiencia haciendo entrevistas…”.

Es un tipo que permanentemente está rebajando las expectativas. Digamos que afronta con optimismo una derrota que aún no ha sucedido.

Claro, si salen mal las cosas, es lo esperado y ya mira a ver qué ha sacado de positivo durante el proceso. Pero cómo salgan bien…¡como salgan bien!… la alegría será inmensa. La realidad será mayor que las expectativas, a lo que sumará lo que ha disfrutado el camino.

La vida consiste en procesos y resultados y la mejor opción es disfrutar ambos

.

.

.

Post navigation