La duda, el tormento y el odio, son comportamientos incómodos que mueven la creatividad

La duda, el tormento y el odio, son comportamientos incómodos que mueven la creatividad

La creatividad, en cualquier aspecto profesional o personal, supone la creación de lo que no existe. Es innovación. Es disrupción. Es impacto.

Requiere, entre otras cosas, tres: inconformismo, búsqueda de los límites y orientación al logro.

Porque el inconformismo es la capacidad de ver opciones. De no ver nunca el cuadro terminado. De entregarlo y saber que podrías haber hecho algo más. O algo menos. O algo diferente.

Porque la creatividad tiene que romper los límites. Explorar lo desconocido. Cambiar la perspectiva. Plasmar lo improbable, lo impredecible.

Porque la creatividad, si no está orientada a la consecución de unos objetivos, es una forma de originalidad. Diferente, sí. Pero inútil.

Te propongo analizar tres comportamientos incómodos que acaban siendo motores para la creatividad y el pensamiento divergente

La U invertida explica los comportamientos humanos

Muchos comportamientos humanos se pueden explicar con una U invertida.

Las cosas son buenas, hasta que dejan de serlo. Queda muy claro con nuestra curva de estrés: el estrés mejora el rendimiento en términos cognitivos, memoria, procesamiento, velocidad, etc, hasta un punto en el que empieza a perjudicarlo.

De hecho, cada uno tenemos una curva diferente: los hay que aguantan mucho hasta que petan, los hay que petan al principio y luego aguantan, los hay con mucha capacidad de aguante, los hay con la mecha corta…

Cada uno tenemos nuestra propia curva y está en nuestras manos conocerla y gestionarnos

De todo esto ya hablé en su día.

Pero hoy me gustaría proponerte tres comportamientos aún más incómodos que el estrés, tres comportamientos que a nadie nos gusta tener en un momento dado, pero que son motores de la creatividad.

…hasta un punto en que dejan de serlo…

La duda mueve el inconformismo

El que se sienta cómodo en la duda es un raro.

Dudar es un coñazo. Los que la sufrimos permanentemente sabemos lo que es decidir entre varias opciones y no haber terminado de expresar la opción y estar dudando de ella.

Todos conocemos a alguien que está en la parte descendiente de la curva. Esos tipos dubitativos que no hay manera de que se decidan. Ni siquiera es paralisis by analysis, porque el análisis ya está hecho hace tiempo. Es sencillamente que no se deciden. Que no lo ven claro. Que no ven el momento.

Y es que no es lo mismo contemplar alternativas que no tomar decisiones. Se puede tomar una decisión aún sabiendo que se podrían hacer las cosas de otra manera.

Pero también están los que no dudan. Esos que lo tienen claro antes de conocer el problema. Muchas veces aplican la misma solución a problemas diferentes. No porque sea la más adecuada, sino porque es la que saben hacer.

Decían que el motivo por el que un superdotado como Michael Jordan nunca triunfó en la liga de béisbol era porque confiaba tanto en su habilidad para golpear, que lanzaba el golpe demasiado pronto, antes de tener toda la información -los efectos cambiantes que los pitchers le dan a la bola-. Seguro que has conocido a esos Jordans impulsivos con el gatillo fácil para lo que saben hacer.

Y también conocerás a los que se quedan quietos, bate en ristre, miran al entrenador y le dicen «no lo he visto claro» suspiran, y terminan «…otra vez».

En medio, hay un mundo de creatividad, de alternativas, de opciones que nos permiten tomar decisiones más ricas. Porque cuando renuncias a una buena opción, es porque la que has elegido es mejor.

También está ahí el pensamiento crítico que, simplemente, es hacer una pregunta más. Es no conformarte con la superficialidad. Es ver los matices que hacen a cada situación diferente y donde está el detalle de sustancialidad.

El primer comportamiento incómodo que te propongo que abracemos, es la duda.

O eso creo… 😜

El tormento nos hace buscar los límites

El segundo comportamiento incómodo pero productivo, es el tormento.

En mi opinión, no hay talento sin tormento.

El tormento te sume en un estado de desesperación que te lleva a deconstruir las cosas y la deconstrucción permite crear alternativas. Esa sensación de disgusto, de sufrir las cosas más de lo supuestamente necesario, es lo que nos hace salir de la caja. Sí, de la famosa zona de confort no se sale por voluntad propia. Puede que te dé para un paseo por los alrededores, pero para alejarte de verdad, hace falta trauma.

No hay artista sin tormento. El drama, la desesperación es lo que nos lleva al límite. Más allá. Es el motor que nos dice que no podemos seguir así, que hay que cambiar las cosas, que hay que inventar un nuevo escenario, cambiar de perspectiva.

La falta absoluta de tormento nos estaciona en la pasividad y el exceso nos lleva a la agonía en la que damos vueltas sobre nuestro propio sufrimiento.

El tormento es un poderoso motor creativo.

El odio no permite otra opción que el logro

Este es el más delicado.

Algún redactor de frases inspiradoras se estará echando las manos a la cabeza…

A ver, es cierto que el odio bloquea, que genera una química destructiva incluso físicamente y que se convierte en un objetivo en sí. Estoy de acuerdo. Pero estamos intentando ver toda la curva, no solo la parte baja.

El odio focaliza todos nuestros sentidos y nuestros recursos físicos y mentales en el enemigo. El odio es la principal palanca de supervivencia. Es el tú o yo. Es el todo o nada. Es el logro.

El odio, nos guste o no, es el motor extremo para orientarnos al logro porque parte de la desesperación. Nos hace poner el foco en lo que estamos haciendo. No hay mañana. Ya. Ahora.

Si odio te parece fuerte, puedes cambiarlo por cualquier sucedáneo: rivalidad, competitividad, incluso egoísmo. Patrañas al lado del odio. Eso sí que te mueve. A mi me gusta la comunicación y la comunicación tiende a ser contundente.

El deporte está lleno de relaciones de odio que han sacado lo mejor de ambos deportistas llevando al límite sus capacidades creativas y su orientación al logro: Borg-Connors, Navratilova-Evert, Lauda-Hunt, Rossi-Biaggi, Ronaldo-Messi… El odio ha hecho que las cosas se hagan como no se habían hecho nunca.

Que no se preocupen los buenistas, no hago un llamamiento al odio. Lo que planteo es que, dentro de la cancha, bajo el respeto de las reglas -legales y morales- y con una vocación constructiva, el odio es un catalizador de la pasión creativa.

Estoy seguro de que Nadal odia a Federer cuando están en el partido, si no, es inexplicable el espíritu de supervivencia. A lo mejor no es un odio a Roger o a Rafa, porque se pueden odiar características admirables del rival de las que tú careces como la elegancia o la habilidad. En ese momento, hay que odiarlas y querer a las nuestras: el coraje, la fuerza mental.

Seguro que se puede odiar conceptos: odiar la situación, odiar el fracaso, odiar la desaprobación. Seguro que ayuda y motiva. Pero siempre, una representación humana de esos conceptos es más potente. La frase «odio a fulano y todo lo que representa» probablemente está construida al revés. Primero odias unos conceptos que tienes que superar y luego eliges una persona que los represente para alimentar tu motor de acción.

Por eso tendemos a odiar a personajes que sabemos que nunca nos vamos a encontrar. Y está bien así.

Imagino que el arte está en dejar el odio en la cancha y no llevarlo más allá.

Recuerdo el primer partido de tenis de mi hijo. Le toco jugar contra su amigo. Iba bastante sobrado hasta que empezó a jugar mal y perdió el partido. Al subirse en el coche, rompió a llorar. «Te ha dado pena, ¿verdad?» Le dije. Lloró más. Él no era capaz de ver sufrir a su amigo y así era imposible estar focalizado. Era imposible lograr la victoria. En este caso, no fue capaz de meter el odio en la cancha.

Espero que se entienda el sentido del texto.

¿Cómo regularlo?

La gran pregunta es ¿cómo me mantengo en el sweet spot en estos tres comportamientos?

Tranquilo, la respuesta es sencilla: no hay manera.

Uno no se puede mantener permanentemente en esa zona de equilibrio. La única forma es pendular entre los extremos. Equivocarse. Meter la pata. Pasarse de frenada. Quedarse corto. Cagarla. Arrepentirse. Equivocarse de nuevo pero por el otro lado. Volver a intentarlo.

Cuando hablas de máximo rendimiento -cada uno a su nivel-, no sabes cómo haces las cosas. Las haces porque algo tira de ti y ese tirón es difícil de controlar. Solo con el tiempo vas aprendiendo torpemente a parar cuando es demasiado y a arrancar cuando no hay.

A base de golpes.

La pasión es innegociable, en sus dos acepciones

Me encanta el término pasión.

La pasión es innegociable en todo lo que hago. Y lo es en toda su extensión, en todas sus acepciones.

Pasión implica apetito, ganas, motivación. Es en el punto en el que planteo el odio como motor extremo.

Pero la pasión también es tormento. Viene del latín passio, sufrir, aguantar, padecer. El tormento es el otro gran motor de la creatividad y el pensamiento alternativo.

Es maravilloso cómo una sola palabra une dos acepciones que parecen tan lejanas, pero que se reúnen en un mismo concepto.

La pasión es innegociable. Y la duda también

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