Ayer bajábamos por la calle Princesa y, justo al llegar a Plaza de España, nos encontramos con algo que llamó nuestra atención. Encima nuestro, colgada de lado a lado de la calle, aparecía suspendida una estrella de Navidad. No era el típico adorno de diseño de esos que encargan a un diseñador de moda para modernizar la imagen de la ciudad, sino de las de toda la vida con cuatro puntas alargadas hacia arriba y abajo y a los lados y cuatro más cortas en diagonal…ya me entienden. Aunque estaba apagada, nos fijamos en ella, principalmente porque el 13 de Marzo ya no tienes la retina acostumbrada a este tipo de elementos.
Al principio nos imaginábamos la situación que llevó a esto: “Manolo, ¿quitamos este adorno? ¡Es que son ya las 7! Bueno, pues ya si eso el lunes terminamos…” Y seguro que se les olvidó.
Soy de los que creen que vivir en sociedad implica participar en ella para mejorarla y, por ello, marqué el 010 del Ayuntamiento de Madrid:
-Hola, buenas tardes. Verá usted, he visto un adorno de navidad en la calle Princesa, llegando a Plaza de España y parece como si se les hubiese olvidado quitarlo
-Eeeeeh…¿en donde?
-Si, en Princesa, el último semáforo antes de Plaza de España
-Bueno, pues habrá alguna razón para que esté ahí
-Mire, si a usted no va a hacer ningún esfuerzo por averiguarlo, yo tampoco.
Ycolgué
Al cabo de un rato pasé al lado de dos policías municipales y les conté la historia. La primera me preguntó que donde vivía con la intención de que fuese a la junta de distrito a poner una sugerencia. Al decirle que vivo fuera de Madrid se bloqueó porque no se le ocurría otra excusa para escaquearse hasta que su compañero nos dijo: “Daremos parte…pero de ahí a que nos hagan caso…”
Me parece muy triste como perdemos más tiempo en quitarnos trabajo de en medio que en resolver los problemas. Somos vagos por naturaleza y este es un mal que hace que no tengamos vocación de servicio al cliente y que ni tan siquiera lo apreciemos. De esta manera, como no somos conscientes del pésimo servicio que damos, no reclamamos y, por tanto, no mejoramos.
Se nos llena la boca hablando de competitividad y de excelencia pero olvidamos que todo ello empieza por nosotros mismos, por los individuos. No hay una fuerza mágica externa a nosotros que inyecte competitividad en la sociedad. A ver si nos enteramos de que somos nosotros los que, con nuestro esfuerzo individual, podemos cambiar la sociedad.
Y, por favor, no me confundan con los lamentables promotores de esa campaña que dice lo mismo que yo. Porque ellos se quedan en las palabras –claro, son políticos- yo hablo de hechos.