LA MITAD DE LA ENERGÍA SE NOS VA EN INTENTAR CONTROLAR LAS EMOCIONES

LA MITAD DE LA ENERGÍA SE NOS VA EN INTENTAR CONTROLAR LAS EMOCIONES

Hay estudios que revelan que la mayoría de los profesionales piensan que están por encima de la media, lo cual es estadísticamente imposible. Por otro lado, la OMS alerta de que en los próximos 20 años la enfermedad que más se va a desarrollar es la depresión.
Y yo me pregunto: entonces ¿tenemos un problema de sobrevaloración o de infravaloración?

Para fuera somos unos machotes

Vivimos en una sociedad que nos obliga a proyectar una imagen sin fisuras, casi arrogante.

Los head hunters tradicionales, en las entrevistas, no evalúan nuestros conocimientos o criterio para hacer las cosas, evalúan la proyección que hacemos de nuestra imagen. Debemos ser arrogantes para ser reclutados.
Es el patrón de reclutamiento y contratación que se ha establecido; queremos a gente segura de si misma, que tome decisiones de forma autónoma y actúe con firmeza y, sobre todo, que no nos de problemas.

La gente que duda da problemas.

La gente que duda plantea cuestiones.

Para dentro somos frágiles

No hay que rascar mucho en una conversación íntima con un profesional para que salga toda la miseria que llevamos dentro. El hartazgo, las inseguridades, el miedo al fracaso, el desconcierto ante un entorno tan cambiante, la frustración por no sentirse capaces.
Por dentro, estamos convirtiéndonos en una sociedad muy frágil. No toleramos la incompetencia o el fallo pero, curiosamente, que la gente pete se ha normalizado hasta el punto de parecernos normal. Es una fase más de nuestro recorrido en un puesto.
Este entorno profesional que hemos creado nos deja tan exhaustos de defender nuestra infalibilidad hacia fuera, que cuando tenemos que defendérnosla internamente, no nos quedan fuerzas.

Es por eso que nos da tanto miedo estar solos. Es por eso que nos cuesta tanto hacer introspección. Es por eso que no sabemos verbalizar nuestras debilidades y convivir con ellas.

No es consultoría, es terapia

En los últimos años, me he dado cuenta de que ya no hacía conferencias o consultoría, hacía terapia.
No he ayudado a nadie en la transformación digital, he ayudado a convivir con la incertidumbre y a vencer resistencias al cambio. No he desarrollado equipos, he puesto parches en el alma de las personas. No he fomentado la disrrupción, he mostrado las opciones seguras como igual de inciertas.
En definitiva, no he trabajado por fuera, sino por dentro de las personas.

Perdemos tanta energía camuflando nuestras inseguridades…

Me comentaba un médico el otro día que una de las cosas que mas energía cerebral absorbe es el intentar controlar las emociones. Esa energía nos resta capacidad cognitiva y además no consigue nada, porque las emociones -y la inseguridad es una emoción- son muy difíciles de controlar.
Por lo tanto, cada vez que explicitamos y asumimos nuestra duda, desconcierto, inseguridad o debilidad estamos liberando y ampliando nuestro rendimiento cognitivo con lo que tenemos más posibilidades de resolver el problema que nos causa todos esos síntomas.
En lugar de defendernos a nosotros, deberíamos de atacar los problemas, porque cuanto menos nos esforcemos en parecer listos, más listos seremos

Hay que hacer equipo… con uno mismo

El origen del problema es nuestra voz interior. Nuestro diálogo interno es demoledor y solemos luchar contra nuestra voz interior como lo hacemos los latinos: intentando hablar más alto. Lo que no nos damos cuenta es de que esa voz también es nuestra y, aunque hagamos el «habla chucho que no te escucho», somos el emisor por lo que ya sabemos lo que ha dicho.

Sara Hurtado, me comentaba el otro día que el trabajo en equipo debe de comenzar por uno mismo porque, para rendir al máximo, no puedes tener desalineamientos internos a nivel emocional o en la definición de los por qués.

Mala noticia, la inteligencia conlleva la infelicidad

La gente inteligente -definida como la que tiene un alto coeficiente IQ- tiene un problema porque su inteligencia le permite ver claramente cómo deberían de ser las cosas por su capacidad de conceptualización y abstracción. Pero también es capaz de ver claramente cómo son en la realidad y ese gap se traduce en infelicidad.

Quiero decir que, para mi, la infelicidad es la distancia entre cómo creemos que deberían de ser las cosas y cómo vemos que son. Por lo tanto, la mejor forma de ser feliz es hacer equipo entre nuestro yo teórico y nuestro yo práctico y que uno renuncie a la meticulosidad y otro se esfuerce más.

Conclusión

Somos frágiles por dentro, y la solución no está fuera.

Deberíamos dedicar más energía a establecer una coherencia y asimilar nuestras debilidades que a proyectar una imagen de fortaleza a los demás.

Solo de esta forma seremos uno y no dos: el fuerte y el débil.
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