Hay una estadística en los medios deportivos que está de moda. Se trata de la posesión de balón. El tener una posesión del 75% es equiparado a la excelencia en el juego. Como si en fútbol ganase el que más tiempo tiene la pelota. Explicaré mi desacuerdo en tres puntos:
- La posesión es una consecuencia, no un objetivo. Se pueden meter muchos goles con una gran posesión y también con poca y un juego más directo.
- En otros deportes se han puesto reglas para limitar la posesión –pasividad en balonmano y 24 segundos en baloncesto- porque el “secuestrar el balón” va contra el espectáculo y el objetivo de entretener al espectador.
- El abuso de posesión de balón solo es rentable cuando entran en juego los elementos disruptivos, es decir, jugadores que arriesgan, que hacen cosas diferentes, que se salen del patrón con ideas nuevas.
La posesión del balón marketiniano
Hablemos de marketing.
Los ejecutivos de multinacionales vivimos cómodos en las acciones que podemos controlar, en las que tenemos la certeza de saber lo que va a suceder inmediatamente después. Nos encanta circular el balón en rondos interminables.
Antes de lanzar un proyecto, lo pasamos por research para pretestarlo, testarlo y postestarlo, lo centramos al primer toque a finanzas para que evalúe el riesgo, lo circulamos a comercial, pero se la pedimos rápidamente porque esos son muy de arriesgar…
Disparos a puerta: cero.
Somos unos cagaos
Nos da tanto miedo fallar, que preferimos darle vueltas y más vueltas al proyecto hasta que lo tengamos tan claro, tan claro, que no haya ninguna duda. El problema es que hoy no existen las certezas y por lo tanto nunca vamos a ver ese pase resolutivo.
Hay doscientos proyectos en curso que no terminan de salir pero que siguen generando muchísimo trabajo y necesitando tiempo, tiempo que no utilizamos para reflexionar estratégicamente. Y no salen porque nos da miedo enfrentarnos a la realidad, al consumidor crítico, orgulloso de su individualidad y deseoso de proyectos espontáneos y con alma.
Somos un coñazo
No nos meten goles, no, pero el resultado suele ser cero a cero y el público se aburre con nosotros y nuestras marcas.
Luego, eso sí, nos encanta ver conferencias y casos donde vemos gente que hace las cosas ágiles, que intenta cosas nuevas y los miramos con admiración y resignación. Resignación porque nosotros nunca podremos hacerlo.
Pues basta ya. Aprendamos a divertirnos con nuestro trabajo y así divertiremos a los que nos rodean. Busquémonos un propósito profesional que nos haga el trabajo apasionante y apasionaremos a los que nos rodean. Respetemos a los que nos rodean y nos respetarán a nosotros.
El cambio tiene que venir desde dentro, por lo tanto, hagámonos un favor y tiremos más a puerta.
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