Estamos en un momento en el que no hay otra que crear. Las cosas cambian constantemente y lo que no cambia o evoluciona, nos aburre.
Por ello, vivimos una época de gran intensidad creativa y disruptiva.
Vivimos la era de las ideas.
Pues para que se te ocurran ideas, necesitas inspiración y esta se manifiesta en diferentes formas:
1. La inspiración racional
Decía James Webb Young que “una idea no es más que una nueva combinación de viejos elementos”, y para que se produzcan ideas, es fundamental que haya viejos elementos.
Esos viejos elementos son experiencias y conocimientos que, acumulados y ordenados, nos permiten hacer nuevas combinaciones. Cuantos más elementos, más posibilidades de hacer combinaciones.
Esto es lo que llamo la inspiración racional o técnica y tiene su máxima expresión en metodologías tipo visual thinking y demás. Todas estas metodologías nos permiten reubicar conscientemente los elementos que conocemos en plantillas que le dan un determinado criterio de ordenación.
Así, se nos ocurren ideas orientadas a un objetivo de forma racional.
2. La inspiración emocional
Podría llamarse inspiración creativa, pero todo ejercicio de creación es creatividad. En este caso se refiere a toda inspiración que produce creaciones que tocan las emociones.
En este caso, las fuentes son artísticas, visuales, musicales, etc. Incluso una hazaña deportiva o un hecho histórico pueden inspirar el proceso creativo.
Para llenar el granero de viejos elementos, debemos acumular vivencias, pero vividas con pasión, con emoción.
Si vamos a buscar inspiración en una exposición o en un concierto, abandonémonos al inconsciente porque esta inspiración no suele ser gestionada por nuestro lado racional.
3. La inspiración motivacional. Las 4F.
Ningún proceso creativo, sea racional o emocional, va a comenzar si no hay un chispazo motivacional. Tiene que haber algo que arranque el motor y también suele ser de forma inconsciente. Son motivaciones primarias que tienen su origen en el hipotálamo, que regula es sistema endocrino que produce las hormonas que condicionan nuestro comportamiento.
Lo que sucede es que, inconscientemente, nos guiamos por cuatro palancas motivacionales o instintos, las 4F: Fight, Fly, Feed, Fuck.
En el trabajo, defendemos una postura con vehemencia porque luchamos –fight– por tener la razón ante una persona a la que consideramos competencia para un ascenso.
Redefinimos nuestro trabajo porque no pensamos que podamos mejorar nuestras habilidades para ser competitivos en el actual –fly-.
Qué decir de cuando alegamos que trabajamos tanto porque hay que dar de comer –feed– a la familia.
Y, por supuesto, a quién no le ha pasado de joven el ir a trabajar supermotivado porque te gustaba esa persona –fuck-.
Estos instintos nos activan mejorando nuestro rendimiento, en este caso creativo.
4. La inspiración espiritual
Quiero pensar que hay otro tipo de inspiración y es la que nos lleva a entender nuestro lugar en el mundo. Se trata de la inspiración espiritual.
No se si mejora el rendimiento, si produce resultados tangibles útiles o si provoca emociones en la audiencia, pero de lo que estoy seguro es de su efecto en ti; te hace feliz.
Cuando encuentras tu lugar en el mundo, generas una especie de paz interior. Da igual que en el exterior trabajes mucho, en un contexto de dificultades o que acumules grandes responsabilidades. En cualquiera de esos casos, por alguna razón, eres feliz.
Porque cuando tu vida tiene un sentido, vives profesional y personalmente de forma apasionada, perdiendo la noción del tiempo y del esfuerzo.
Ojalá supiese qué lo provoca. Puede ser una persona a la que estás ayudando, o la sensación de contribuir a una sociedad mejor, en ocasiones puede ser la satisfacción de hacer un trabajo con maestría. Sea lo que sea, hace que disfrutes cualquier cosa que hagas, por muy complicada o coñazo que parezca
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