Según un estudio llevado a cabo por el psicólogo forense Nathan Brooks, de la Universidad de Bond, Australia, el 21% de los 261 ejecutivos analizados presentan rasgos psicopáticos clínicamente significativos.
En la población general, alrededor del 1% son considerados psicópatas, aunque algunos estudios sitúan la cifra en un 4%.
Características tales como la incapacidad para empatizar, superficialidad y falta de sinceridad están asociados a esta enfermedad, cuenta Brooks en The Objective, quien además añade que esa cifra es similar a la de personas psicópatas en prisión.
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Disculpo el sensacionalismo del titular. En la sociedad en que vivimos, con semejante exposición a estímulos de comunicación, la única forma de expresar las cosas para que lleguen a la audiencia es caricaturizarlas un poco. La inteligencia de la audiencia está en quitarle drama en lugar de dotarle de más.
Dicho esto me centro en lo que me parece más relevante, que son los rasgos resaltados por estudio: la empatía, la superficialidad y la falta de sinceridad. Me parece significativo, especialmente en mi profesión, la del marketing.
La empatía
Empatía es sentir lo que siente el otro y las emociones son inescrutables, muchas veces motivadas por aspectos inconscientes que no podemos descifrar. Se siente en directo y, salvo químicamente, no podemos corregir lo que sentimos a demanda.
Nos hemos encerrado tanto tiempo en los despachos, analizando montañas de datos y armando secuencias lógicas que se nos ha olvidado que los patrones que siguen las emociones son complejos y fugaces.
En lo que respecta a mi ámbito de especialización, la comunicación, la cosa ya es exagerada. Para comunicar, hay que tocar las emociones y, para hacerlo, hay que sentir como siente el otro.
Pues lo siento mucho. Los ejecutivos no tenemos ni puta idea.
Nos basta con entender lo que siente el consumidor, tenemos montañas de información sobre el target que se expresan en datos y gráficas cuando realmente lo que nos sería útil es tener sensaciones sobre las motivaciones de personas que se expresan en palabras, imágenes o música…cuando se puede.
Hubo una época en la que había bajado mi pasión en el trabajo y para motivarme me empezaron a dar cada día más equipo, más responsabilidades y más presupuesto. Pensaban en motivarme bajo sus patrones emocionales, no desde los míos. Yo no me cansaba de decir que lo que necesitaba era ganar en agilidad para que pasasen más cosas, probablemente con menos equipo, menos jerarquía y menos presupuesto.
La empatía es pensar y sentir bajo los patrones del otro.
La superficialidad
El mundo es complejo y cambiante y los ejecutivos necesitamos simplificarlo. Pero la forma en que simplificamos es coger tres o cuatro datos de los miles que tenemos y armarlos en una teoría. El problema es que cogemos los más superficiales, los que están más cerca de la conclusión.
De lo que se trata es considerarlos todos y expresarlos de forma sencilla. No de perder matices sino de incluirlos todos.
Javier Marías decía que votamos en las elecciones como votamos en Gran Hermano. Por eso, en Reino Unido, el 7% de los que votaron dejar la UE se arrepintieron al día siguiente. Es una frase sencilla, pero tiene una carga de matices espectacular. Se entiende perfectamente en dos líneas todo un complejo comportamiento social. De eso va la simplificación. Eso si, para entenderlo hay que haber visto Gran Hermano para empatizar con el por qué lleva 17 ediciones y con cómo refleja a la sociedad.
Hay una frase de un personaje de El espantatiburones al que pone voz Angelina Jolie que en un momento dado dice: “No se equivoque, en el fondo soy muy superficial”. Y es que para simplificar las cosas, hay que entenderlas en toda su profundidad.
La falta de sinceridad
La falta de sinceridad es un mecanismo de protección. Nos da miedo exponernos y para evitarlo hay dos opciones: o no nos relacionamos o proyectamos una imagen impostada.
Sumamos a ello el miedo a decir las cosas de cara. Tiene relación con la empatía porque interpretamos las cosas desde nuestro patrón emocional y no desde el de la otra persona. A veces contar las cosas con transparencia, por complicadas que sean, genera mucha más confianza que esconder las realidades. Incluso en ocasiones nos montamos una interpretación de la realidad errónea y perdemos la oportunidad de matizarla comentándola con sinceridad.
Pero hasta ahí lo normal.
Lo realmente grave es la falta de sinceridad con nosotros mismos.
Todo es postureo y nos acojona enfrentarnos a nuestra realidad. Nos acojona confesarnos a nosotros mismos que nos sentimos inseguros en un contexto de semejante impredecibilidad, que nos preocupa la desactualización que sufrimos en un mundo que ha cambiado tanto, que la mayor parte del día nos sentimos infelices y desapasionados pero no nos atrevemos a confesarlo porque podría confundirse con la desmotivación. Nos lo escondemos porque pensamos que si no vemos el problema, no existe.
Mientras no seamos capaces de convivir con nuestras inseguridades y nuestras frustraciones, mientras no seamos capaces de ser sinceros con nosotros mismos, no podremos ser sinceros con los demás.
No. Nuestra psicopatía no nos va a llevar a matar a nadie, tan solo matará la posibilidad de empatizar de forma profunda y sincera con las personas maravillosas que hay a nuestro alrededor
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Post provocado deliberadamente por Cristian Pascual, director de Beefeater InEdit