Cuenta la leyenda que en los años 30 se reunieron en Nueva York tres importantes representantes del crimen organizado para elegir un líder entre ellos. Se trataba del mafioso Charles “Lucky” Luciano y los representantes de la mafia judía Meyer Lansky y Benjamin “Bugsy” Siegel. Acordaron reunirse en una sala y no salir hasta arreglar el asunto.
Antes de cerrarse la puerta, entró veloz un niño con un periódico en la mano y se lo entregó a «Lucky» Luciano para después abandonar la sala.
“Tú serás nuestro líder”, le dijo Meyer Lansky.
“Pero ¿cómo?” contestó Luciano
“Verás, antes de entrar, le he dicho a mis secuaces que fuesen a los niños que hay en la acera de enfrente, le diesen un periódico a uno y le dijesen que entrase en la sala y se lo diese al jefe…porque el jefe, tiene que parecer el jefe”
Esta gente tenía mucha “calle” y la calle te enseña que, por frívolo que parezca, el líder de una estructura tiene que parecerlo. Seguro que hay mil estudios y teorías que dicen lo contrario pero personalmente me fío del criterio de unos tipos para los que el error se castigaba con plomo.
Y tú ¿qué lideras?
Sin embargo si que hay una segunda interpretación.
La mafia es una organización tremendamente jerárquica y en las organizaciones que requieren una gestión estable en el tiempo, se necesita un «Lucky» Luciano.
Sin embargo, cuando se trata de sacar adelante un proyecto innovador o creativo, se necesita otro tipo de liderazgo distinto.
1. El gran jefe
Pensemos en un departamento de una empresa. Se trata de una máquina que tiene que funcionar bajo un criterio de eficiencia. Su actividad se realiza “sine die” o requiere ejecutar un proyecto pautado cuyo principio y final se conocen, están cuantificados y se requiere hacerlo bajo unos procesos definidos y pautados.
En estos casos, lo que hace falta es un liderazgo jerárquico. Se trata de acompasar armónicamente los movimientos de todos los elementos. Hace falta un criterio único y un respeto estricto de la hoja de ruta.
En estos casos no hace falta un líder, hace falta un jefe. El jefe organiza, dirige, supervisa, arbitra y distribuye el poder entre el equipo. Sin jerarquía, las opiniones se solapan y la falta de consenso puede llevar al caos.
Eso si, el jefe no puede ser tu amigo.
Las estructuras con jefe funcionan de forma consistente, pero no debemos equivocarnos, esto es profesional. La motivación viene dada por las expectativas de escalar en la jerarquía o en la remuneración y en este modelo, el jefe es quien decide sobre ascensos y subidas de sueldo. Eso siempre genera sensación de sumisión y actitud servil. No pretendamos tener un equipo motivado en bloque porque la jerarquía y el sueldo son guerras que se libran individualmente.
2. El líder espontáneo
Por otro lado están los proyectos creativos, en los que se quiere llegar a un sitio, pero no se sabe cómo. Incluso a veces se está dispuesto a corregir el destino si en el camino surgen oportunidades.
Estos proyectos funcionan muy mal con la rigidez de los jefes. Aquí se funciona por áreas de responsabilidad. Es decir, el objetivo se desglosa en objetivos intermedios que se asignan a otros elementos, pero no se les indica cómo lo tienen que hacer. Cada uno es responsable de su aportación al conjunto y debe de buscarse la vida. La iniciativa no es un objetivo, es una premisa.
Los líderes muchas veces son espontáneos. Es como en esas reuniones donde el proveedor se dirige principalmente a una persona concreta en el lado del cliente que no necesariamente es la de mayor jerarquía. Esto sucede porque él es quien resuelve las cosas, quien tiene toda la información o quien tiene un criterio más cualificado. Ese es el líder natural del proyecto y lo que hay que hacer es “empoderarlo” –apoderarlo, por ser correcto-.
Este modelo también tiene su lado malo. La creación y la flexibilidad conllevan un determinado grado de desorganización y no se puede operar así de forma indefinida.
Cada líder en su sitio y…
Cada proyecto requiere un tipo de líder diferente en cada momento.
Últimamente se está potenciando mucho el modelo de liderazgo natural, basado en el emprendimiento y la implicación de los equipos. Esto sucede porque es el modelo afín a start ups y empresas creativas y ágiles, y vemos un espejo para las grandes empresas en el momento actual de incertidumbre.
Sin embargo, poner un líder a gestionar un departamento en una de estas empresas consolidadas será un desastre porque se cronificaran las ineficiencias propias del impulso y será imposible mantener la motivación indefinidamente. Incluso el propio líder se desgastará porque él mismo necesita ser follower de vez en cuando.
En el otro extremo, un jefe nunca conseguirá que su equipo haga suyos los proyectos porque, al final del día, es él quien va a tomar las decisiones, realizar las correcciones y aportar los matices. Tampoco debe de esperar la máxima creatividad, porque los proyectos deben de ajustarse a plantillas y procedimientos muy establecidos.
…en su momento
También dependiendo del momento de la vida del proyecto, necesitas un jefe o un líder y hay que saber cuál es el momento de cada uno.
Una empresa tradicional que quiera meter una velocidad más en cuanto a innovación debe de plantearse crear unidades al margen de la estructura, libres de la rigidez jerárquica, porque los cambios siempre fueron impulsados por hombres libres de ideología, de servilismo y de inercias corportivas.
Del mismo modo, hay momentos en los que las start-ups superan su momento de impulso por lo que requieren de gestión y les surge la necesidad de articular procesos y mecánicas.
Ese es el momento de pedirle a un niño que entre en la sala con un periódico…

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