Solemos prostituir las palabras.
Cuando nos gusta una porque expresa una idea con más fuerza, lo empezamos a manosear y acabamos atribuyéndole significados que no le corresponden.
Así me encontré una vez con ‘El día de la violencia vial’, que era una reivindicación de la prudencia en la carretera o algo así 😳
Es lo que ocurre con el término ‘adicción’, que comenzó siendo “Hábito de conductas peligrosas o de consumo de determinados productos, en especial drogas, y del que no se puede prescindir o resulta muy difícil hacerlo por razones de dependencia psicológica o incluso fisiológica” y ha acabado siendo también “Afición desmesurada a algo”
Es decir, usamos la misma palabra para algo provocado por sustancias que distorsionan nuestro comportamiento consciente y para conceptos subjetivos como la cantidad de afición que le dedicamos a algo.
Lo que ocurre es que, como el español es muy rico, podemos volver a desdoblar estas palabras prostituidas en otras que mantengan visibles los matices
Las compulsiones se producen sin sustancias, las adicciones con ellas
Allá voy
En primer lugar, me voy a referir a comportamientos compulsivos, a compulsiones. Voy a dejar al margen el término ‘adicciones’, porque me gustaría que éste quedase referido a comportamientos distorsionados por la presencia de sustancias externas y eso es muy serio.
Vamos con las compulsiones.
Para ordenar las ideas, pensemos que casi todos los comportamientos instintivos tienen una forma de U invertida -ya lo desarrollé hablando de los pecados capitales-. Es decir, son beneficiosos hasta que acaban siendo perjudiciales.
Igual que determinados comportamientos que nos hacen coger confianza en nosotros mismos pueden acabar convirtiéndonos en soberbios, el exceso de ahorro nos hace avariciosos o el exceso de dosificación nos hace perezosos.
U invertida. Subes, te viene bien, hasta un punto en el que bajas, te viene mal. Cada uno tenemos ese punto en un sitio distinto, claro está.
Pues vamos a dibujar esa curva de U invertida en diferentes fases, para los comportamientos que analizaremos después.

- No lo uso. No tengo ese comportamiento
- Me hace sentir mejor. Me libera. Lo tengo esporádicamente porque me hace sentir bien
- Lo uso para sentirme cada vez mejor o tener la sensación de progresar. Aquí es donde se activa el circuito de recompensa y, cuando obtengo esa recompensa, tengo ganas de más.
- Lo he convertido en sistémico, en estructural en mi vida y parte de mi conducta. Ese comportamiento es algo que hago sin habitualmente.
- Lo necesito. Se ha convertido en un fin y no en un medio. Aquí estamos abandonados al circuito de recompensa. Manda más que nosotros y empezamos a no percibir tanto el beneficio o el placer sino que solo sentimos que necesitamos más. Es como cuando no has terminado un pastel y ya quieres otro (si no consideramos que seas adicto al azúcar).
- Me siento intranquilo si no lo tengo. Aquí la ausencia de ese comportamiento te genera nerviosismo. Te sientes con mayor o menor grado de agobio por no hacerlo. No te lo sacas de la cabeza. Imagina a ese comprador compulsivo haciendo círculos alrededor del ‘one click button’ de Amazon para comprar esa mierda que no necesita.
- Representa un problema. No entraremos en profundidad en esta parte porque es demasiado serio. Es cuando te está generando un perjuicio físico, económico, psicológico o social.
Pues ya lo tenemos.
Ahora añadiremos los comportamientos que queremos analizar incluyendo entre paréntesis los extremos para tenerlos de referencia.
Es un ejemplo personal y autoreferenciado. Pido disculpas por exhibir intimidades, pero espero que sirva.

Por ejemplo, de vez en cuando me doy un caprichito comprando algo que no necesito en Amazon, pero no se puede decir que sea algo habitual, ni siquiera que exista algo parecido a una pauta.
Más allá, en el tema de las series o las redes sociales, ya son parte estructural de mi vida, pero tengo que estar vigilante de acceder a ellas cuando quiero y no necesitar hacerlo. Utilizarlas y que no me utilicen ellas.
En el caso del vicio de morder las uñas, aún no me generaba malformaciones en los dedos (Representa un problema), pero sí que necesitaba hacerlo compulsivamente. Un día decidí dejar de hacerlo porque me di cuenta de que me empezaba a dar un poco de vergüenza poner las manos en la mesa (Representa un problemilla 😝). Nunca volví a hacerlo.
Entonces decidí dejar un comportamiento compulsivo cada dos meses -uno para dejarlo y otro como recompensa- de tal forma que, aunque fuese convirtiendo comportamientos lúdicos en pequeños vicios, siempre tuviese sensación de tener la capacidad de poder dejarlo.
Las cosas no son ‘adictivas’. Nosotros somos compulsivos
Existe ese planteamiento de que hay cosas que se consideran adictivas ‘per se’ y si te meten en ese saco, tienes un problema.
Conozco gente que ha tenido que pedir un crédito para pagar las facturas de Amazon porque no pueden controlarse en su compulsión compradora. Sin embargo Amazon considerado no es adictivo aunque utilice técnicas de compra impulsiva y tenga el ‘one click button’ que te permite satisfacer la compulsión con un click.
Las apuestas o las compras online no son buenas o malas. Lo es el uso que hacemos de ellas.
Perseguimos la consecuencia y no la causa
El problema para mí es que seguimos persiguiendo los comportamientos y no las causas. El ser humano es todo creatividad y según le quites un vicio encontrará otro para satisfacer su necesidad de compulsionar.
Utilizamos la energía en perseguir la consecuencia -el comportamiento- y no en desarrollar la capacidad de ser conscientes de en qué parte de la U invertida nos encontramos.
Mientras vamos prohibiendo cosas que solo provocan la aparición de otras, deberíamos estar entrenándonos a controlar esas compulsiones y el lugar donde se entrenan esas cosas debería ser el sistema educativo.
Aprender a sentir cuando algo que nos produce algún tipo de placer está tomando el control de nuestro comportamiento es algo que los niños o adolescentes -que algún psicólogo establezca el grado de maduración neuronal necesario- deberían comenzar a practicar en su etapa de formación porque aún están a tiempo de no llegar a la madurez como adultos descontrolados.
La percepción de uno mismo física y mental es, en mi opinión, una de las carencias en el desarrollo de las personas y de las que más daño nos están haciendo.
No prohibamos la comida, enseñemos a percibir la saciedad…
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