Cada vez que estoy en un foro profesional, salgo con una sensación rara. Una sensación de no estar cumpliendo con el patrón y, aún así, no sentirme mal por ello.
No lidero a nadie
Hoy en día, si no eres un gran líder, no eres nadie. Vivimos en la era del one to many. Todo proyecto debe nacer con la vocación de arrastrar a multitudes. Si no, eres un profesional sin aspiraciones.
Se me hace extraño el sentirme satisfecho con el cambio pequeño, con el trabajo sencillo, de a pocos. La influencia one to one ya no se considera digna. Prefiero ayudar a una persona de forma profunda a inspirar superficialmente a multitudes. Me agobia la responsabilidad de influir en la felicidad de mis subordinados por un mal gesto en un mal día. Dudo tanto de todo, que no me veo con huevos de decirle a nadie por dónde tiene que ir. Me siento más cómodo acogiéndome y potenciando las iniciativas de otros que reclamando la autoría de las mías.
Apenas invento
Porque tampoco invento mucho. Dice mi neurocientífico de cabecera que le hace mucha gracia cuando “invento lo que ya está inventado”. Y me siento cómodo con ello porque se que siempre le gusta algún giro que le aporto. Cuando se me ocurre algo y veo que alguien ya lo ha pensado, me parece maravilloso porque me quedo con mis matices, pero puedo enriquecer mis ideas con lo pensado por otros. No reclamo la diferencia en el detalle de mis ideas sino que me acojo a la coincidencia con las de otros para avalarlas con el ‘sentido común’. El eclecticismo y el remake me parecen excelentes. No concibo crear una metodología sin la vocación de que sea hackeada por quien la use.
Por eso me siento raro cuando, en esos foros profesionales, para integrarte tienes que haber inventado algo y, además, que tu firma esté clara en el invento.
No tengo mucho impacto
También se habla mucho del impacto. Todo tiene que ser hecho con la aspiración de la escala. “Piensas en pequeño” me dicen.
Sí. Sí que lo hago.
Trabajo los modelos y la escala en los proyectos, pero no para mi negocio.
Me gusta la producción en pequeño, artesana. No me tira la producción en serie. Me gusta que cada proyecto sea diferente. Muchas veces tiro el planteamiento a la papelera y comienzo de nuevo y los clientes me dicen que por qué no aprovecho el trabajo ya hecho. Es porque me gusta pensar que no tengo ataduras, que puedo coger de nuevo la hoja en blanco sin preocuparme por la rentabilidad de mi tiempo ni por generar economías de escala. Me gusta pensar que ayudar a uno específicamente es más importante que ayudar a muchos en general.
¿Debería sentirme mal?
El caso es que cada vez hablo menos en estos foros, porque con esta actitud creo que voy a quedar fatal.
Por eso prefiero escribírmelo a mi mismo, porque lo cierto es que no tengo ningún interés en cambiarlo.
Porque no me motiva liderar. Lo hago cuando toca, pero no tengo ninguna vocación de trascendencia. Solo en unas pocas personas.
Porque me da igual mancomunar las ideas. Me encanta cocrear. Aportar incluso no aportando, sino impulsando lo de los demás.
Porque no entiendo de progresiones geométricas en mi negocio propio. Me causará un problema en el futuro, lo sé. Pero disfruto demasiado delante del lienzo en blanco.
Debería sentirme mal, pero no lo hago…
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