El otro día leí que una de las habilidades más demandadas en el futuro será la resolución de problemas complejos y lo único que pude pensar es que hoy en día parece que somos especialistas en la resolución compleja de problemas
Uno de los elementos necesarios para resolver problemas poco convencionales es el pensamiento poco convencional.
Pero el pensamiento lateral solo se consigue si se piensa de forma lateral. Es decir, es muy difícil fomentar el pensamiento lateral si se actúa linealmente, como siempre.
Para que realmente surjan racionales basados en lógicas alternativas hay una serie de errores que no podemos cometer.
1. Pensar dentro de la caja
Y por la caja me refiero a la oficina. Entre esas cuatro paredes hay lo que hay y darle vueltas no va a hacerlo diferente. Hace falta que la organización tenga elementos fuera, en la calle, curioseando y conociendo a gente sin un objetivo definido. Solo por la curiosidad de conocer cómo se hacen cosas diferentes. Viendo documentales. Leyendo libros. Y revistas. Bailando en festivales. Gritando en campos de fútbol. Hablando con científicos. Y viendo telebasura también, que nos ayuda a comprender la naturaleza del ser humano real. Tipos que conozcan las mierdas internas de la compañía, pero que vengan con aire fresco y sin prejuicios. Descomprometidos con el día a día pero comprometidos con el proyecto global.
2. Buscar el consenso
El consenso desnaturaliza las ideas. Hace falta liderazgo. Es decir, que alguien del grupo asuma la responsabilidad decisional. Su función es escuchar las ideas en toda su extensión, con toda su profundidad. Luego descartará, compondrá o lo que haga falta, pero no hace falta que todos los participantes se vean representados en la propuesta. Lo que hace falta es que sea coherente. Obviamente, el líder debe ser alguien de dentro, alguien que conozca los entresijos de la compañía pero con el coraje de conseguir que las cosas pasen.
3. Escuchar bajo nuestros patrones mentales
Cuando un marketiniano escucha el problema de un vendedor, procesa la información bajo el esquema de una campaña de publicidad. Lo mismo le ocurre a un programador o a un abogado o a cualquier especialista. No escuchamos el problema, tratamos de encajarlo en nuestro esquema mental. Lo descomponemos para ubicar cada elemento en nuestras casillas mentales y lo que no encaja, lo descartamos. Pues es en ese descarte es donde suele estar el pensamiento lateral.
4. No administrar la diversidad
Faltan filósofos en la sala, sociólogos o matemáticos. Cualquiera que piense distinto. Una vez llegué a un acuerdo con unos humoristas para poder invitar de vez en cuando a un monologuista a opinar sobre nuestras campañas. Un poco de ingenio de verdad en la sala… Es incómodo. La gente diversa no entiende nuestras jerarquías. No solo las organizativas, sino también las mentales. Pero meter a gente diversa es fundamental para enriquecer el proceso creativo. Sin gente diferente siempre se aplaudirán las mismas propuestas.
5. Homogeneizar
Nos gusta homogeneizar. Que todo suene parecido. Si, a veces traemos a alguien diferente, pero enseguida traducimos sus inputs a nuestros códigos verbales y estructuras mentales. Abrazamos a la gente que piensa distinto, pero los seguimos considerando distintos. Los segregamos como una especie de folklore necesario en la sala. Ellos y nosotros, pero ellos diluidos en nosotros. Ya no es la era de la fusión, donde las mentalidades diversas se mezclaban para generar una tercera. Vivimos en la era de la diversidad, donde se componen soluciones preservando la esencia de cada elemento.
No dejes de lado el pensamiento lateral
No te rajes. Atrévete a hacer algo que no has hecho nunca. Estamos acostumbrados a redactar los proyectos abriendo la plantilla de uno anterior y necesitamos dibujar la causa-efecto de nuestras propuestas porque nos sentimos muy incómodos en lo incierto. Nos da miedo. Lo desconocido da miedo y el pensamiento lateral es un pozo de incertidumbre
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